¿Es el principio del fin de las redes sociales?

¿Es el principio del fin de las redes sociales?

Por Jack Miur.

Las redes sociales nunca tuvieron prestigio, al menos no el que en otra época pudieron alcanzar las grandes cabeceras de los diarios. A pesar de ello, millones de ciudadanos en todo el mundo adoraron al nuevo “becerro de oro” como si fuera el juguete perfecto al servicio de la democracia.

Durante años, Twitter se convirtió en la red por excelencia que venía -se decía entonces- a sustituir la capacidad de comunicación de los medios convencionales. Algún tiempo después,  los momentos difíciles ante el Congreso de Estados Unidos del creador de Facebook, Mark Zuckerberg, hicieron dudar a muchos.

Más recientemente, llegó la oferta y compra de Twitter por parte de Elon Musk que tras plantear dudas sobre la existencia de cuentas faltas, entró en la compañía despidiendo a los directivos y a más de 3.700 empleados. A los pocos días, Musk aseguró  que Twitter ha tenido “una caída masiva de ingresos” por la retirada de anunciantes, de la que culpó a “grupos activistas” que presionan a las empresas.

Elon Musk

Musk, en un mensaje en la red social, subrayó que esta situación se está dando “a pesar de que nada ha cambiado con la moderación de contenidos” y de que se ha hecho “todo lo posible para apaciguar a los activistas”. El nuevo dueño de la red del pájaro añadió: “Están intentando destrozar la libertad de expresión en Estados Unidos”. Afirmaciones del hombre más rico del mundo, que una semana antes cerró la compra de Twitter por unos 44.000 millones de dólares.

La publicidad representa actualmente alrededor del 90% de los ingresos de Twitter, aunque Musk ya ha dicho que quiere reducir esa dependencia y estudia, por ello, medidas como cobrar algo parecido a una suscripción fija de 8 doláres al mes, a quien quiera tener su cuenta verificada y contar con otros beneficios.

Musk ha comentado su interés en que Twitter pueda convertirse en una superapp al estilo de WeChat, que ofrece una red social, comercio electrónico y un sistema de pago, entre otros servicios. Todo ello con el objetivo de que la publicidad represente el 45% de los ingresos de la plataforma en 2028.

El multimillonario ha anunciado la creación de “un consejo de moderación de contenidos” a la plataforma y que, mientras que este no empiece a trabajar, no habrá cambios relevantes en este sentido. En este contexto, todo hace pensar que, con la llegada de Musk, Twitter apostará por una restricción de contenidos mucho menor. Una apuesta que responde a la lógica de Musk que defiende la libertad de expresión como una de las principales prioridades de la red sociales.

De hecho, el también propietario de Tesla y SpaceX ha criticado anteriormente que se haya vetado de Twitter figuras como el expresidente norteamericano, Donald Trump, por supuestamente, haber promovido la violencia. Sobre la nueva política de moderación de Musk, recientemente hizo un tuit que levantó mucha polvareda a las redes sociales: “Que te ataque la derecha y la izquierda al mismo tiempo es una buena señal”.

Los periódicos

Los medios tradicionales se han visto muy castigados por las nuevas tecnologías, que fundamentalmente han quitado financiación a los medios tradicionales. Han perdido el 80 por ciento de la publicidad que tenían y eso ha debilitado la independencia de los medios. Aparecen nuevas agresiones reales o potenciales, y si debilita el sistema, se debilitan los habitantes del sistema. Hay muchos periodistas que simplemente aplican la autocensura porque sienten la hostilidad del medio en el que están, han descendido las ventas y los beneficios, los salarios han disminuido, se redujeron las capacidades para emplear enviados especiales o tener corresponsales y ha aumentado de alguna manera la dependencia.

Los medios convencionales han sufrido mucho al ver reducidos sus ingresos y al contar con periodistas ‘mediatizados’, pero la irrupción de las redes sociales, tras su momento dulce de luna de miel con los ciudadanos, están entrando en un terreno desconocido. Al final, la propuesta del multimillonario Elon Musk es la misma de tantos otros medios, es decir, cobrar por los contenidos, con la hipoteca que tienen de credibilidad.

La gente pensó que ya no necesitaba a los periodistas y, menos aún, a los medios y que, por tanto, todo el mundo podía convertirse en su fuente propia para difundir lo que creyera conveniente, cierto o no. Es cierto que las redes suponían un gran paso en la democratización de la información y, a la vez, de la opinión, sin distinguir una cosa de la otra. Las fuentes seguras y acreditadas ya no existen. Todo el mundo opina sobre todo, sin límite y sin respetar ningún formalismo. En principio, esto podía ser una buena noticia, pero ya estamos viendo que hay serias dudas.

Tradicionalmente, los periódicos se llamaban así porque aparecían periódicamente. Ahora la información es instantánea, al minuto y, por lo tanto, los periódicos como tales están destinados a desaparecer. Los influencers o creadores de contenidos son un problema. Pero realmente nos va mejor desde la crisis de los medios, en un tiempo en el que los periodistas han perdido relevancia y posibilidades evidentes para realizar un trabajo riguroso.

Algunos ejemplos lamentables que hemos viso a través de las redes sociales han indignado a algunas personas bien intencionadas, pero no ha sido un fenómeno suficientemente explícito como para que las alarmas ejercieran un efecto balsamico y, en consecuencia, que los ciudadanos reflexionaran sobre los efectos de lo que estabamos viendo sin posibilidad de defensa.

Fake news

La llegada de las fake news ha supuesto un peligro evidente con consecuencias perniciosas y ejemplos muy claros como el Brexit. Los en otro tiempo respetados y respetables periódicos británicos no fueron capaces de contrarrestar la difusión de noticias faltas que acabaron generando un problema que realmente la mayoría de los británicos no deseaba.

Ahora se habla de moderación de contenidos para que la red o, mejor dicho, las redes no sean un mero espacio para el insulto fácil, el acoso o la emisión de mentiras sin fin. En ese punto, llegaron a Twitter los defensores de las poíticas de supervisión, una especie de censura de guante blanco, claramente condenado a hacer el ridículo y ello por dos motivos. El primero porque sería ineficiente y, el segundo, porque los usuarios no soportan eso.

Ahora resulta que después de años que solo han servido para practicamente liquidar lo valioso de los medios convencionales, las redes iban a estar controlados por una censura de motivación inconfesable, como todas las censuras. Vaya papel el de las redes sociales, que tal vez inicien el principio de su decadencia después de una dictadura entre lo mezquino y lo inane.

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