Llega un nuevo año, un tiempo apasionante en el que, una vez más, viviremos retos apasionantes, tal vez en esta ocasión más que nunca. En todo caso, sea lo que sea, ¡Feliz 2024!

Se estima que el planeta Tierra tiene una edad de, al menos, cuatro mil quinientos millones de años. El homo sapiens, como última forma evolutiva del género humano, lleva ya sobre la tierra del orden de ciento cincuenta mil años, y a lo largo de ese tiempo su historia ha sido la de un cambio permanente.

Una transformación lenta durante milenios, con formas de vida fundamentalmente rurales y basadas en lo socioeconómico, en la ganadería y luego en la agricultura, y en formas artesanales de producción, hasta que, con la aparición de máquinas movidas por energías distintas de las animales, surge la llamada revolución industrial, fenómeno que sólo aparece en el último tercio del siglo XVIII.

Y en los poco más de doscientos años transcurridos desde entonces, los avances científicos y tecnológicos vienen impulsando metamorfosis cada vez más aceleradas.

La aparición del gas y del petróleo como nuevos combustibles y del motor eléctrico como nueva fuerza motriz fue la base de la llamada segunda revolución industrial, a principios del siglo XX.

En todas las épocas, desde el neolítico hasta internet, una constante se convierte en un elemento decisivo, lo que se conoce como el retail.

La democratización de la información y la comunicación por un lado, y la globalización de la economía por otro, han alterado la propia naturaleza del comercio global y las relaciones sociales de una manera tan significativa como lo hizo la revolución de la imprenta a mediados del siglo XV.

Inversores, financieros y particulares acomodan sus economías de escala a la realidad del retail, que alcanza una influencia decisiva en los planes y presupuestos de los países y de los ciudadanos.

Estamos obligados a realizar análisis profundos para acertar en las estrategias para lo que es preciso conocer el entorno con todas sus variables e influencias.

Vivimos en un mundo cada vez más globalizado, en el que las empresas quieren acceder a los mejores mercados del mundo para ser rentables. Pero para estar en esa primera división mundial es necesario ser muy competitivo y el motor de esa competitividad es la innovación.

Sin lugar a dudas, la innovación no es sólo una palabra de moda, sino que es el único camino, el obligado para el incremento del bienestar y de la productividad. España no debe competir con bajos salarios en industrias tradicionales, poco atentas a la tecnología y muy intensivas en mano de obra.

La innovación es la única manera para abrirse camino en los sectores avanzados tecnológicamente, potentes en conocimiento y generadores de elevados valores añadidos, en los que España debe competir para mejorar su nivel de bienestar.

Debemos anticipar el futuro para tomar hoy las decisiones que afectarán a nuestro mañana. Es decir, pensar en el Crecimiento Inteligente.

Hay una realidad incuestionable. El futuro no está escrito y, por ello, estamos obligados a iniciar sin retraso un análisis experto para comprobar los perfiles de los escenarios previsibles de lo que está por llegar y, al mismo tiempo, lo que nos permitirá identificar las decisiones que nos favorezcan. Es un debate de hoy para que el mañana, sea cual sea, nos coja preparados.