El Centro Comercial Vialia Estación de Vigo, gestionado por Nhood, acogerá la exposición colectiva ‘Sí a todo’ en las pantallas del centro comercial hasta el próximo 20 de febrero de 2023.

La exposición ha sido desarrollada por la compañía especializada en nuevas tecnologías y experiencias digitales SMTH, en colaboración con MMMAD Festival.

‘Sí a todo’ muestra el trabajo de los cinco artistas ganadores del certamen internacional homónimo: Debbie Dign (SIN), Dorian Rigal Minuit (FR), João Pedro Oliveira (PR), Ivo Loyola (MX) y Manuel Lareo Fernández (ES), que buscaba obras que reflexionasen sobre el propio espacio y formato donde serían expuestas: las pantallas publicitarias de los centros comerciales. Las obras fueron seleccionadas por un jurado de expertos compuesto por la artista Claudia Maté, la comisaria Doreen A. Ríos y el diseñador especulativo Joel Blanco.

Un surrealista anuncio de una app de diseño se cuela entre los anuncios publicitarios, interrumpiendo la cuarta pared. Se trata de You press the button…, obra de la artista singapurense Debbie Ding, que explora nuestra búsqueda de deseos espaciales frente a un paisaje plano dominado por las granjas de clics y las distracciones móviles constantes.

Una serie de objetos abstractos, blandos y orgánicos se inflan, estiran y transforman en lo que parecen edificios. Se trata de The limit is a façade, una serie de videos del artista francés Dorian Rigal Minuit, que digitaliza una serie de arquetipos arquitectónicos de la región de París y los presenta como artefactos arqueológicos que provienen de universos fantásticos.

Tomando de nuevo la arquitectura como inspiración, Moving cities, del compositor portugués João Pedro Oliveira, presenta una vista sintética de una ciudad con una rápida transformación en el tiempo. Las ciudades son como las venas. Calles, carreteras, edificios que se mueven y transforman con el tiempo.

El artista mexicano Ivo Loyola presenta Objetos perdidos, una obra generada en tiempo real, inspirada en los mundos virtuales de los videojuegos. Estos mundos tienen una vida propia, y los objetos y personajes que los habitan se encuentran destinados a repetir la misma tarea sin fin.

Como un glitch encapsulado dentro del bucle de videos publicitarios, el español Manuel Lareo Fernández, nos hace reflexionar sobre el propio dispositivo con su serie pantalla-espacio, distorsionando el espacio físico que ocupan las pantallas.

TEMA DE LA CONVOCATORIA

El centro comercial es un espacio sin límites, sin reglas, sin verdad, es un imperio de confusión donde no existen prejuicios, orden ni jerarquía; un espacio de saturación donde reina la ambición del “más” y la acumulación como fin en sí mismo. Un lugar que organiza las ideas, invade nuestros sentidos y nos seduce, va directo a nuestros gustos y ataca nuestras debilidades. Este espacio aprende de nosotros, nos conoce más que nosotros mismos, se expande a todos los ámbitos de nuestra vida [1]. El centro comercial es, para muchos, el nuevo espacio público. Una suerte de ciudad climatizada que acoge algunas de nuestras experiencias vitales más importantes. Los primeros momentos de independencia adolescente, las primeras decisiones estéticas, los primeros besos, las primeras aventuras. Un no lugar-hogar [2] que nos acompaña allá donde vayamos. Un espacio seguro, confortable, pero a la vez saturado, abarrotado, donde somos uno entre muchos, donde lo colectivo puede a lo individual. Un espacio fenomenológico, construido desde los sentidos. Un lugar que nos sacia, que nos emociona y que nos aburre.

De la misma forma, Internet se ha convertido en un espacio de desorden perfectamente organizado. En pocas décadas de historia, se ha definido la forma de consumir contenidos en la red. La estructura es siempre la misma; los formatos se van acercando unos a otros. El mismo código y el mismo objetivo: una visión social y una necesidad de reconocimiento visual en menos de un segundo. Es tan rápido porque no hay noche; todo está encendido y disponible las 24 horas del día [3].

Estos dos mundos entran en contacto a través de unos finísimos dispositivos que se superponen a cualquier material. Una fina pero muy profunda capa digital que tapa el mármol o el paisaje y nos traslada a una realidad inmaterial, la de los 0 y 1 transformados en brillantes puntos de luz que, juntos en miles, se convierten en tecnológicas ventanas que nos llevan a lugares nuevos, imaginados. Estas imágenes en movimiento aumentan los espacios y adaptan su ritmo a la sociedad cambiante, cada vez más rápido. Las imágenes se mueven, circulan en un loop infinito de pantallas, se copian y reproducen [4]. Barroco digital, manierismo tecnológico, cornucopia sensible a los datos. Este espacio liminal, donde todo puede suceder, es lugar para el arte.