
Una experiencia de compra cada vez más personalizada hace que nos replanteemos el big data como la piedra angular en el uso de los datos.
Hoy en día prácticamente todo está conectado, es el denominado internet de las cosas (IoT), donde ya existen 30 billones de dispositivos conectados y se estima que esta cifra se multiplique por cuatro en menos de una década. No cabe duda que la capacidad de almacenar datos es casi infinita, pero ¿qué hacemos con ellos?
Sin duda el big data es una magnífica herramienta, utiliza grandes cantidades de datos para encontrar patrones, tendencias y hábitos de compra en los consumidores. No son solo datos, es el análisis de estos para generar experiencias atractivas de venta y mantener el interés de los clientes. Pero esto ya no es suficiente para un consumidor cada vez más exigente y cambiante, se necesita un estudio de los datos más concreto que se adapte de manera más precisa a cada consumidor.
Pero, ¿qué es el small data? El small data se centra en personas concretas para satisfacer unas necesidades muy concretas de cada cliente. Los consumidores esperan cada vez una experiencia de compra más personalizada y fluida, tanto en los canales online como en los espacios físicos, que les hagan llegar cada vez más rápido a los productos que buscan o que les gustaría adquirir. Un claro ejemplo de esto es Amazon, el gigante de venta utiliza los datos de sus clientes para recomendarle artículos en función de sus gustos, búsquedas y compras anteriores, generando el 29 % de sus ventas gracias a este algoritmo que analiza más de 150 millones de cuentas de forma personalizada. Ingvar Kamprad, fundador de Ikea, decía que la investigación más barata y eficaz que existe es preguntar a cada cliente por qué compran este o aquel producto: esto es el small data.