Por Jack Miur.
En los próximos días, Alemania y Occidente celebran una fecha histórica que iba a permitir el triunfo del mundo libre. El 9 de noviembre de 1989 caía una de las barreras que marcaron el siglo XX, ponía fin a la guerra fría y abría un tiempo nuevo cargado de esperanzas de libertad.
Solo 11 meses después se haría posible la reunificación de Alemania. El mundo occidental celebra la fecha como un hito a partir de una revuelta de un pueblo que no estaba dispuesto a más opresión.
Aquel 9 de noviembre, el portavoz del comité central del Partido Socialista Unificado de Alemania del Este, Gúnter Schabowski, cometió el error de anunciar durante una rueda de prensa que los ciudadanos podrían viajar a Alemania Occidental a partir de ese momento. Tal afirmación precipitó los acontecimientos y medio Berlín Oriental salió a la calle para cruzar, y los guardias fronterizos, que no tenían instrucciones claras, les acabaron dejando. Pronto la gente empezó a trepar el Muro y a destruirlo con picos y martillos, mientras al otro lado los berlineses del Oeste les daban la bienvenida.
“Moscú está callado”
Solo unos días después, el 5 de diciembre en la ciudad de Dresde una muchedumbre asaltó el cuartel de la Stasi, la temida policía secreta y luego un pequeño grupo de manifestantes se dirigió a los cuarteles del servicio secreto soviético: la KGB. Un testigo cuenta “apareció un oficial, bastante pequeño, agitado”. Nos dijo: “No intenten entrar a la fuerza. Mis camaradas están armados y tienen autorización para usar sus armas en caso de emergencia”. Aquel oficial del servicio secreto de la URSS, Vladímir Putin llamó al cuartel general de una unidad de tanques del Ejército Rojo destacada en la zona para pedir protección. No hubo respuesta: “Moscú está callado”, lo que en aquel espía produjo un choque devastador que le cambió la vida.
Cayó el Muro, pero 3 décadas más tarde, el mundo libre no sabe cómo resolver la invasión de Ucrania ordenada por aquel espía que ahora es el presidente de Rusia.
Hace 8 meses Rusia invadió Ucrania provocando inicialmente un éxodo masivo de la población civil hacia el oeste, provocando la mayor crisis bélica en Europa desde la II Guerra Mundial. Con el paso del tiempo, el ejército ucraniano ha obligado a Putin a una movilización general de 300.000 reservistas.
Tras la sorpresa inicial, el ejército de Putin, atrasado tecnológicamente y con medios desfasados, ha demostrado su ineficacia sobre el terreno, mientras la evolución del conflicto registra una recuperación de Ucrania, que cuenta con la ayuda de occidente, sobre todo Estados Unidos, que ha entregado armas y dinero a los ucranianos. Aún así, con el fin del vereno y los bombardeos rusos a las infraestructura y redes electricas, el pueblo ucraniano se prepara como puede o soportar un crudo invierno, demostrando una resistencia extraordinaria que puede verse en peligro, a pesar de la capacidad de lidereazgo que ha demostrado su presidente Volodymyr Zelensky.
Amenaza nuclear
La guerra ha provocado una situación de inestabilidad global por la crisis energética y de suministros de materias primas y alimentos, para la que no se ha encontrado una solución, en parte porque la amenaza nuclear de Putin impide una acción militar de occidente más decidido, lo que mantiene atenazado al continente europeo por los riesgos que representa en la práctica el régimen ruso.
Tras las promesas para que Ucrania entrara en la Unión Europea y en la OTAN, el mundo libre no está siendo capaz de ofrecer un apoyo decidido al pueblo ucraniano, a pesar de la entrega de armamento y ayuda humanitaria.
La plaza de la Independencia vivió la revolución naranja, en el centro de Kiev y se convirtió en el lugar elegido por los manifestantes en las elecciones presidenciales de 2004, en las que protestaban contra el fraude electoral de los comicios en los que salió vencedor Víktor Yanukóvich en detrimento de Víktor Yúshchenko, del llamado partido Naranja y que dio nombre a la manifestación y a la revolución de la plaza Maidan.
El ucraniano Maksym Kurochkin es dramaturgo. Durante casi tres años, él y otros 20 dramaturgos ucranianos estuvieron planificando la construcción de un nuevo teatro en el corazón del casco antiguo de Kiev. El grupo había encontrado una majestuosa estructura antigua que se dedicó a renovar, el 12 de marzo tenían prevista la apertura. Unos días antes, el 24 de febrero, Maksym y sus colegas se despertaron con el sonido terrorífico de las bombas. En vez de planear la gran inauguración del nuevo teatro, Maksym se dedicó a estudiar estrategias militares con las que derrotar al invasor ruso. En lugar de un bolígrafo en la mano, ahora lleva un arma.
Ahora, Yúshchenkoha ha firmado “el ejército ruso cruzó ilegalmente nuestras fronteras. Lleva desde entonces fracasando en su intento de conquistar Ucrania. En parte, porque no esperaba encontrarse con una resistencia tan feroz y heroica de nuestro sofisticado ejército ni de los defensores del territorio que, como Maksym, decidieron tomar las armas y luchar en respuesta a la invasión rusa”.
Podemos imaginar cómo acontecimientos como el levantamiento popular de la plaza Maidan, en Ucrania, acabaron reviviendo en una mente como la de Putin lo que para él fueron malos recuerdos, especialmente los de aquella noche de diciembre de 1989 en Dresde.
El hortonte está complicado si tratamos de entender algo de cómo es Putin. Por ejemplo, entre otros muchos casos, el envenenamiento de Alekséi Navalni, figura de la oposición rusa y activista anticorrupción, se produjo el 20 de agosto de 2020, cuando, mediante el uso de un agente nervioso, fue envenenado y hospitalizado en estado grave.
El 1 de noviembre de 2006, Alexander Litvinenko enfermó repentinamente y fue hospitalizado en lo que se estableció como un caso de envenenamiento radiactivo por polonio-210, por lo que acabó mueriendo el 23 de noviembre. Se convirtió en la primera víctima letal de polonio por un síndrome de radiación agudo. No son los únicos. El ex espía ruso Sergei Skripal y su hija Yulia fueron envenenados de forma “intencionada” en la localidad británica de Salisbury con un agente nervioso.
¿Qué se puede esperar de un régimen así? El probema añadido es que en Rusia la libertad de información no existe.
La única esperanza es que una revolución del pueblo ruso acabe con la opresión y la censura.