23J, UNA GRAN OPORTUNIDAD

23J, UNA GRAN OPORTUNIDAD

Por Jack Miur

Las elecciones generales siempre son decisivas, pero algunas citas con la urnas, en ocasiones, cobran un redoblado carácter de plebiscito que antecede a un gran cambio. El 23 de julio es sin duda una de ellas.

Así, el 15J del 77 suponía recobrar la libertad y hacer por consenso la Constitución. En 1982, tras un frustrado intento de golpe involucionista, el slogan elegido prometía el cambio. Después hemos seguido votando y hasta repitiendo comicios, como en 2019.

Del consenso no queda nada, ni el nombre que nadie se atreve a proponer, pero es cierto que la división cainita en dos bloques irreconciliables nos obliga a una reflexión para recuperar sosiego y diálogo. Cuando el anterior presidente propuso al entonces líder de la oposición y actual jefe del frankenstein un acuerdo entre los dos grandes partidos, la respuesta fue contundente con aquel “no es no” que se ha convertido en la marca del actual inquilino de La Moncloa, aunque después hemos conocido, tal vez para contrarrestar cómo una de normas más polémicas del gobierno de coalición, la ley del “sólo sí es sí”, puede ser una de las claves de su ocaso.

Seamos serios, no hay nada que impida un gran acuerdo entre dos partidos que no están tan lejos en lo fundamental. Los dos practican la única política económica que es posible, la socialdemócrata, que cubre los servicios esenciales de los ciudadanos en sanidad y educación, garantiza las pensiones y facilita un cierto grado de acuerdo en las relaciones laborales entre los agentes sociales.

Eso sí, cada uno lo hace a su modo y con un modelo y formas que, en realidad, no se diferencian tanto como los analistas de la nada se empeñan en hacernos ver para sembrar la semilla del odio e impedir la reconciliación y concordia que conseguimos entre todos, por consenso, con la Carta Magna del 78.

La política exterior debe ser de Estado y, al margen de los que prefieren quedarse sentados cuando desfila la bandera del país que salvó a Europa del nazismo, no debe registrar fisuras como las que se intuyen en la misiva enviada a un monarca de un país vecino donde el respeto a los derechos humanos brilla por su ausencia.

Son muchas las reformas que se deben afrontar para modernizar el país y permitir un clima de diálogo que haga posible la estabilidad. Hacerlo realidad no es tarea fácil si nos empeñamos en enfrentamientos sin sentido por motivos trasnochados y caducos. No hay ningún motivo para que los dos grandes partidos de Estado que han tenido la responsabilidad de gobierno desde la llegada de la democracia puedan entenderse y llevar a cabo un programa compartido para que el país vuelva a dar un gran paso hacia el futuro.

Un gran pacto de Estado

El PP y el PSOE están llamados a entenderse y superar sus enfrentamientos constantes en un gran proceso de entendimiento que no necesita empeñarse en encontrar nuevos motivos para desprestigiarse y aislarse. No es verdad que en la situación actual la sociedad española se divida en dos grandes bloques llenos de odio. La sociedad es permeable y flexible y sabe entenderse.

Personajes nefastos como el expresidente Zapatero que dejó España hundida y arruinada tras su paso por el Gobierno no deberían sentirse orgullosos después de sembrar el odio en aspectos como la memoria histórica o el feminismo.

El régimen franquista que impuso su hegemonía durante 40 años es solo un mal recuerdo y los españoles lo han superado sin que sea necesario volver a resucitarlo como arma electoral, una y otra vez. Además de explicar de una manera más sincera qué es lo que hace en Venezuela, Zapatero debe quedarse en la historia o también puede explicar el déficit oculto que dejó tras sus años de gestión.

El país quiere mirar adelante y trabajar por un futuro prometedor para los jóvenes preparados y con talento que ahora tienen que buscar empleo en otros países.

Entre las grandes áreas que deben experimentar un cambio profundo, la reforma de la Constitución, siempre pendiente, para eliminar la prevalencia del varón en la sucesión a la jefatura del Estado, avanzar hacia un sistema de independencia de la justicia, reformar la economía para que las empresas españolas encuentren financiación internacional y acceso a los grandes fondos sin necesidad de fijar su sede fuera de nuestras fronteras, captar los recursos para que los fondos europeos sean una realidad en la digitalización de las empresas españolas, fomentar la investigación y fortalecer las instituciones para adoptar las nuevas medidas sobre un análisis riguroso y certero.

Hay otras muchas reformas, como el cambio de la ley electoral para garantizar la gobernabilidad, impulsar la creación de nuevas organizaciones que sirvan para vertebrar la sociedad en torno a un liderazgo fuerte y seguro para situarnos en la cabeza de las decisiones de la Unión Europea.

Habrá que trabajar para conseguir, con acuerdo de los grandes partidos, en un nuevo sistema educativo con programas duraderos y estables para garantizar la existencia de nuevas generaciones formadas y bien educadas que permitan emprender un futuro prometedor y competitivo en el entorno europeo y mundial.

 

 

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