Es verdad que la economía crece, menos de lo previsto después del gran derrumbe del 2020, pero la recuperación no se asienta con claridad.

Se mantienen las incertidumbres y, tal vez por ello, aumenta la tasa de ahorro de los hogares.

Las familias y también las mpresas prefieren esperar no tomar grandes decisiones de gasto o inversión. Prefieren tener recursos disponibles cuando el horizonte no se dibuja con claridad y despejado. Falta confianza.

Pero el problema que cuando se mezcla ahorro con inflación la mezcla es explosiva.

La subida incesante de los precios castiga a los ahorradores en sus posiciones, que no dejan de ver cómo constante sus cifras nominales se mantienen, pero las reales pierden valor.

La inflación se ha disparado y ha llegado a nivles que no se veían desde 1992, lo que supone una  erosión sin precedentes. Hay otras incertidumbres, pero si no se sabe que hacer con el dinero, tenemos un problema.

Se mantienen las dudas sobre el uso y la oportunidad en la gestión de los fondos europeos. Demasiados interrogantes y muy importantes para que la recuperación sea un hecho.