Si algo han tenido en común todas las pandemias conocidas es que algún día terminaron. También que pueden repetirse. La clave para dimensionar el efecto transformador de la Covid-19 está íntimamente relacionado a su evolución, sus oleadas y su duración.
Estamos solo en la primera fase del impacto de una crisis sin precedentes desde que el retail se constituyó como industria. Esta crisis sanitaria ha puesto en alerta a los líderes de retail al comprobar que no están preparados para asimilar los paradigmas que impone un consumidor que ya era híbrido y que simplemente ha echado mano de sus instrumentos habituales para buscar, comparar, elegir, pagar y disfrutar casi cualquier producto, esta vez sin salir de casa.
Los cambios en el sector han sido históricamente lentos y poco trascendentes, siempre por detrás de la velocidad real de la nueva cultura de consumo que impulsó la revolución tecnológica. Creo que no somos conscientes de la magnitud de los cambios a implementar. Nos enfrentamos a un tsunami de hábitos digitales que, sin duda, obligarán al retail a revisar su modelo de negocio, donde lo físico es imprescindible, pero inexcusablemente debe ser reinventado en formatos, conceptos, tamaño de la red y experiencia de cliente.
El consumidor online ha ampliado sus razones para comprar a través de medios digitales. Ya no solo buscamos el mejor precio o el producto no disponible en el entorno físico cercano. Ahora no abastecemos de productos y servicios cotidianos lo que hace inevitable la reconducción omnicanal de los negocios locales. Para que el retail inicie el proceso de transformación necesario para no desaparecer debe situar una hipótesis radical en el eje de su reflexión estratégica: ¿Y si el futuro fuera monocanal, es decir, solo digital? Sé que es absurdo pensar que el mercado será puramente digital, al menos de forma indefinida, lo que digo es que solo emprenderemos los cambios estructurales que necesita el retail si añadimos hipótesis radicales a nuestra definición estratégica. Lo demás serán solo intentos, en un contexto donde el valor del tiempo y la capacidad para minimizar errores decidirá el devenir de esa transformación.