Cuando el lenguaje se corrompe

Cuando el lenguaje se corrompe

Por Jack Miur.

Hay aproximadamente tres maneras de contar una historia. Seguramente hay más, pero las resumimos en estas tres. Una es decir la verdad y otra, decir toda la verdad. La tercera es simplemente, mentir.

Las dos primeras pueden parecer lo mismo, pero se sitúan a veces demasiado lejos. La verdad deja de serlo si es incompleta. No admite introducciones o subterfugios, es o no es.

La tercera es faltar a la verdad directamente. Mentir, engañar, falsear. Parece claro, aunque para algunos aficionados a situarse en el lado de los vencedores, la verdad en cualquiera de sus formatos es cosa de gente inexperta, no muy hecha. Por eso, ven la mentira como una hermosa y envenada obra de arte, una aproximación a la realidad que la rodea para ahogarla.

Polarización

En los tiempos de polarización que vivimos, las ideas y la política se trastocan, de manera que cualquiera de las formas para construir el relato puede adquirir un sentido adverso por el uso de una excesiva crueldad que busca zaherir al adversario antes que dialogar y, menos aún, entenderse.

Desde el origen de la civilización, el lenguaje ha sido la mejor herramienta para el entendimiento y para la transmisión de conocimiento. Por eso la civilización ha sido posible, pero cuando se corrompe la palabra pierde toda virtualidad, deja de tener cualquier eficacia.

Al analizar el lenguaje vemos que está formado por palabras. Sabemos que no es lo mismo una palabra en singular que varias en plural. Por ejemplo, no es lo mismo el color que los colores. El color nos traslada una idea más compacta, sin matices; mientras que los colores ofrecen alternativas y variedad. Ocurre lo mismo con el amor y los amores, las diferencias son fácilmente imaginables.

Comunicación

En el mundo de la comunicación, la palabra es la materia prima esencial, el elemento clave para transmitir ideas o mensajes. Sin palabra no hay comunicación, pero curiosamente vemos una tendencia hacia la ausencia de la palabra o, al menos, a menospreciar su valor y su encanto.

La palabra

El poder de la palabra no tiene límites, no conoce cortapisas ni censuras. Por mucho que se haya pretendido cercenar su fuerza, siempre ha sido imposible,m y, a lo largo de la historia, la palabra ha impuesto su capacidad para que se imponga la libertad. Al mismo tiempo, las mentes más aviesas y retorcidas han intentado dominar sus efectos, pero al final, se acabó descubriendo la trampa.

Hubo un tiempo en el que demasiada  gente se dejo llevar por la simpleza de las redes sociales, aunque durante siglos se habían construido las piezas más sublimes de la literatura sobre la potencia de la palabra.

Hasta los discursos de Hitler empleaban la palabra con un caracter vehemente que sugestionó a todo un pueblo y acabó en el Holocausto.

Se pueden poner ejemplos diversos y variados de la mala utilización de las palabras, pero sin la palabra y sus benéficos efectos, la vida como la conocemos, no habría sido posible.

 

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